A veces las cosas también mueren.
Con su silencio recuerdan que han perdido
la plenitud del aroma que tuvieron.
Pertenecieron a algún ser muy querido
como quieren las aguas a su fuente,
como la roca altiva al viento quiere
en un momento transparente y gris.
Inmóviles esperan quien las
guarde.
Si prenden en la sangre del que mira
serán objeto inerte en todo instante.
Tan sólo inmutarán al que
suspira
al ver la palidez que ellas traspasan.
Y son como un espejo para vernos
en manos de otras manos de otras manos,
en vida de otras vidas de otras vidas.
A veces las cosas también mueren
cuando todo se olvida.
Tomás Acosta Píriz
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